Vicente Manzano, profesor de la US
Querida gente de Opinamos.
Tras muchos años, continúa la historia de aquellos famosos episodios que se conocen como “la rotura de las puertas del rectorado”. Ahora viene el turno de juicios, el primero de los cuales comienza este lunes 4 de julio. Este correo-e es una petición concreta a la comunidad universitaria.
Creo que existe un sentir general en la universidad que valora negativamente lo que hicieron los estudiantes aquella mañana del 8 de febrero de 2002. A nueve años y medio de aquello hay oportunidad para pensar con más frialdad y con toda la información que se desee.
He defendido desde aquella misma mañana hasta el día de hoy que la universidad debería haberse comportado de forma universitaria, es decir, con cierto talante académico (investigación y educación superiores), preguntándose, por lo menos: “qué” había ocurrido y “por qué”. Algunos miembros del profesorado intentamos responder a ambas preguntas e investigamos qué acontecimientos conformaban lo que ocurrió esa mañana, por parte de los estudiantes acampados, de la red estudiantil, del CADUS y del equipo de gobierno. Llegamos a interrogar incluso a miembros de seguridad, conserjes, estudiantes, consejo de gobierno… Nos lo tomamos a lo científico y pensamos a lo pedagógico, proponiendo cómo tendría que reaccionar una institución de educación superior ante esos hechos. Pero fuimos una absoluta minoría, un algo anecdótico perdido en un océano de miembros de la universidad con sed de castigo ejemplar, que fue lo que ocurrió.
No es mi intención extenderme en retomar la reacción de la US, extraordinariamente densa e ilustrativa. Pero no resisto la tentación de seguir insistiendo en que no dimos la talla y que nuestra reacción fue la misma que habría observado desde un bar de cañas, con testosterona y renuncia de cuantos saberes dominamos en términos de psicología, sociología, educación, etc.
En estos casi diez años el castigo ha sido ejemplar, si por ejemplar nos referimos a contundente y desgastante. Las personas acusadas de múltiples aspectos relativos a aquella mañana vivieron persecución policial, familias asustadas, probar los calabozos, verse restregados por los suelos y acusados de kale-borroka no solo por miembros de la US sino por los medios de comunicación de masas de ámbito estatal. Fueron expulsados y algunos no consiguieron ser aceptados en otras universidades. Sé de quien terminó recogiendo naranjas a pesar de un expediente académico brillante (como muchos de los acusados, alumnos ejemplares en varios sentidos como han manifestado sus profesores). Ha sido anecdótico encontrar a alguien preguntándose qué ocurrió para que estudiantes que nos arrancaron lágrimas de alegría al volcarse en una lucha por el bien común (un modelo de universidad centrado en la gente y no en los mercados) terminaran fichados por la policía. En estos diez años no han dormido con tranquilidad, con el peso de los juicios, las acusaciones y los pre-embargos ondeándoles. En psicología podemos explicar muy bien qué le pasa a una persona sometida a ese proceso durante tantos años.
Tengo mis ideas muy claras con respecto a qué ocurrió y por qué, además de cómo repartir la culpabilidad de los acontecimientos, si ello fuera necesario. Pero no entro en ello ahora. Concedo a quienes queráis que aquellos estudiantes fueron unos desalmados que merecían un castigo contundente que nadie olvidara a partir de ese momento. Aun bajo esa perspectiva, ¿queda todavía alguien en la US que considere que el castigo sigue siendo poco y que hay que seguir con ello?
Pido a esta comunidad que haga lo posible por dejarles definitivamente en paz. El resto de sus vidas ya está cambiada. Quedémonos satisfechos con ello. Todavía estamos a tiempo de actuar de forma universitaria y reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad en los procesos implicados. Pero, aun si no queremos entrar en ello, ¿no vamos a ser capaces de pedir la absolución de esta gente? Es una decisión política, no administrativa. Como en todo, siempre puede afirmarse que las cosas siguen su cauce legal o lo que queramos. Pero si hay interés de solucionar esto, el resto es legalmente viable.
Por favor, cerremos esta historia con algo de humanidad institucional.
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